Liderando la lucha contra la violencia machista

ROBERTO BLANCO TOMÁS.

La lucha contra la violencia de género requiere del compromiso y el esfuerzo de toda la sociedad, en todos los ámbitos y desde todos los grupos sociales. Ésta es la firme convicción de las mujeres y hombres de etnia gitana que participan en el proyecto Lideresas y Líderes Contra la Violencia de Género, impulsado por la Asociación Barró y que lleva ya cuatro años derribando barreras, rompiendo estereotipos y cambiando mentes. Este mes hemos hablado con ellos para conocer mejor la meritoria labor que llevan a cabo.

Pero antes de empezar, es importante destacar algo que nos dice Ruth, que comenzó como voluntaria y hoy trabaja en la asociación: “en este grupo somos todos gitanos, pero no hacemos esto porque los gitanos sean maltratadores, eso no es así… Nosotros, gitanos, hacemos esto porque nos queremos unir a la lucha contra de la violencia de género, y hacemos llegar nuestro discurso tanto a niños gitanos, como a payos o a extranjeros… En esta lucha tenemos que estar unidos todos”.

Aclarado esto, Vanesa, coordinadora del proyecto, nos introduce en su dinámica: las lideresas y líderes son voluntarios, referentes positivos para su comunidad precisamente por pertenecer a ella y ser identificados como “gente normal”, “iguales” para quienes les escuchan, que por este motivo pueden hacer llegar el mensaje de forma mucho más efectiva. “A esas personas voluntarias se les da seis meses de formación en temas de violencia de género —continúa—, y el resto del año nos dedicamos a impartir talleres de sensibilización y prevención en institutos, colegios y otras entidades que nos lo soliciten”. “El único requisito para ser líder o lideresa es tener ganas, motivación y querer ser un referente positivo —aclara Vanesa—. Cualquier persona es bien acogida, porque además quienes quieren estar en este proyecto tienen las ideas muy claras: no es un tema fácil de tratar, y todas las personas que se acercan están muy comprometidas”.

Hablan los voluntarios

Hablamos con algunas de estas personas. Joana está desde el principio del proyecto. “No voy a mentir, en principio me gustaba porque me formaban —nos cuenta—, y a mí me gusta formarme: para hablar, para saber estar… Pero una vez que empezamos a dar las charlas, ahí es cuando realmente empecé a darle valor al proyecto. Gracias a Dios yo nunca he vivido de cerca el maltrato hacia la mujer: en mi casa nunca lo he visto. Pero en las charlas veía que había mujeres que estaban pasando por ese caso, las veía con lágrimas en los ojos, y sentí que quería ayudarlas. El proyecto me ha servido para aprender a ayudar a otras personas en este tipo de casos, porque antes mi primer consejo era ‘déjale’, pero para ellas no es tan fácil… Hay que hacerlas sentir que no están solas, que hay muchas personas para ayudarlas. También he descubierto aquí muchas cosas sobre la violencia de género que no sabía: yo creía que era pegar y ya está, y aquí nos han enseñado que hay muchos otros tipos que yo no distinguía. Ha sido una experiencia de verdad inolvidable”.

Pili participa desde hace tres años. “Nada más entrar en la asociación —recuerda—, me hablaron de este proyecto, y no tenía mucha conciencia de lo que era, pero yo sí tengo cerca el maltrato, por un familiar, y me interesó porque vi una forma de poder ayudarla. Cuando empecé a formarme, lo que descubrí me desmontó todo lo que pensaba. Yo antes no entendía a la mujer maltratada, y eso creo que le pasa a la mayoría de la gente. En el curso te ponen en la piel de esa persona, cómo era antes de ser maltratada y cómo cambia después. Así puedes entenderla mejor, y desde ahí ayudarla. A mí me gusta este proyecto porque nos centramos mucho en prevención contra la violencia, por ejemplo en informar en los institutos a las niñas que aún no tienen pareja estable. Les damos los tics para que se den cuenta de si su posible pareja puede llegar a ser un maltratador, les desmontamos muchos estereotipos que son maltrato y no nos damos cuenta… Es una formación muy completa, y me ha cambiado la mente en todos los sentidos. También es verdad que ser gitano y que les hables de violencia choca, porque mucha gente relaciona la cultura gitana con el maltrato, y no tiene nada que ver. Pero eso mismo hace que, al escucharnos hablar normalmente del tema, se les abra la mente y lo entiendan mejor, y al final les llega el mensaje”.

Ramón era uno de los chavales que escucharon a estas lideresas y líderes. Conoció así el proyecto, “y tenía muchas ganas de entrar”, confiesa, así que cuando se lo ofrecieron “fue una alegría muy grande, porque ellos han sido referentes también para mí, y poder ser yo referente para otras personas, ayudarles a cambiar de pensamiento, a salir de esa dinámica de siempre de que el hombre es superior a la mujer… Ni mucho menos: todos somos personas y tenemos que respetarnos por igual”. El hecho de ser hombre hace que nos muestre otra dimensión del problema: “para mí al principio era una cosa normal: tienes tu novia, y le dices cosas como ‘no me gusta que te pongas esto’ o ‘no salgas hoy’… Pero cuando llegan ellos a dar la charla y les escuchas, recapacitas y te das cuenta de que lo estás haciendo mal: estás metiendo a tu novia en una jaula y no le dejas hacer nada, y eso no puede ser”.

En corto metraje

Jesús, por su parte, lleva ya tres años colaborando. “Yo quise entrar a este proyecto porque me gustó —nos dice—. Es una pasada, cada vez me estoy involucrando más… De hecho la verdad es que me lo llevo a casa, pues allí también estoy siempre dándole vueltas a cómo puedo ayudar más a los chavales. Y es que en el verano hemos estado Pili y yo dando charlas en el correccional y lo he pasado mal viéndoles allí, pero hay que seguir adelante y ayudar a la gente, sobre todo a los chavales, que son el futuro”. Precisamente a Jesús se le ocurrió la idea de que el grupo rodara un cortometraje, que se ha presentado recientemente en el Festival Internacional de Cine de Cañada Real, y ha impresionado a quienes lo han visto. Este joven inquieto y creativo nos cuenta el origen de esta iniciativa: “Vanesa nos ponía cortos sobre estos temas, y todos eran de payos. Por eso yo pensé en hacer uno de gitanos, pues veía que ahí faltaba esa voz. Así que se lo comenté a Vane, me dio el visto bueno, y empecé a escribir… Luego llegué a la asociación, retocamos un poquito el guion entre todos, Vanesa nos facilitó unas personas para que nos grabaran, y lo llevamos a cabo. La verdad es que fue una pasada hacerlo, estoy muy orgulloso, y hemos tenido buenas valoraciones… Es más, en el correccional uno de los chavales, cuando vio el corto, se emocionó y se puso a llorar un pelín, y yo al verlo me di cuenta de que le había llegado al fondo, que lo habíamos hecho bien… Mi idea era que los chavales pensaran al verlo: ‘yo no me quiero convertir en esa persona’. Ésa era mi idea, y creo que lo hemos conseguido”.

La coordinadora pone el broche final, concluyendo: “también hay que ser realistas: en dos horas que dura una charla no cambiamos la vida a la gente… pero sí que removemos sus ideas”. Que no es poca cosa: enhorabuena compas.

 

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