ISABEL BELDAD
Hay muchas maneras de contar historias pero hacerlas con tanto atino, entrelazando acontecimientos históricos y ficcionales, con un profundo sentimiento y también sentido del humor… es más difícil. Elisa Sánchez Prieto, vallecana de adopción, lo consigue en Al abrigo, su segunda novela en la que retrata a la familia Blanco Lázaro. La historia de esta familia sirve de hilo conductor para contar otros relatos no tan ficticios; como por ejemplo, la trayectoria de los autores y artistas de la ‘Escuela de Vallecas’ y otros acontecimientos que retratan bien a la sociedad de la época, como la movida madrileña o las migraciones del pueblo a la ciudad, o mejor; a Vallecas, que puede no ser lo mismo. Y es el lugar donde se enmarcan todas estas historias.
El libro habla de una familia que, como tantas otras en los años 70, emigraron desde un pueblo de Toledo al barrio de Vallecas. ¿Qué diferencias encuentran entre su pueblo y el barrio?
La familia Blanco Lázaro desembarca en la estación de Atocha con tan solo una saca de recuerdos y una paloma de barro con el vientre enrejado. Llegan con nada o con todo, y frente a ellos el antiguo “scalextric” de Atocha, y van a la derecha por pura intuición siguiendo la vía, y de anochecida llegan al Pozo del Tío Raimundo, un barrio hecho por gente de fuera. Un barrio que mañana será leyenda, como canta el pasodoble. Salen de una vida, más o menos holgada, pero llena de miseria emocional y llegan al Pozo, donde se encuentran con el abrigo emocional, pero una importante miseria material. Y por todas las personas es sabido que aunque ahora se lleve el “salario emocional” (que manda narices, por decir algo suave), el uno no puede vivir sin el otro, hay que vivir al abrigo, pero de una manera económicamente digna. Sin idealizar.
– ¿Y qué diferencias hay entre la Vallecas de entonces y la de ahora?
Algunas personas añorantes comentan que antes había mayor compromiso, mayor solidaridad. Yo no juzgo, novelo, y tampoco creo que sea así. Los lugares y contextos son reales, el resto es ficción. Yo vivo en el de ahora, y me parece un barrio magnífico. Tengo librerías y bibliotecas que me abrigan, cervecerías estupendas… Y me rodean parques de tetas.
– ¿Cómo haces para estar «al abrigo» en un Madrid tan hostil o materialmente difícil cuando hablamos, por ejemplo, de derecho a la vivienda?
Te cuento… creo que solo nos queda vivir de la manera más digna posible, y eso solo se consigue al abrigo. Con los demás. Poniéndose en la piel de…, participando en asociaciones, celebrando, o reivindicando y celebrando a la vez; eso es muy vallecano. Haciendo mucho mío. Esto debería ser universal.
– A través de una preciosa historia ficcionada nos presentas otra historia, esta sí real, de Vallecas, su arte y su literatura que tampoco se conoce mucho… ¿Por qué crees que se suele saber tan poco la llamada ‘Escuela de Vallecas’?
Los estragos de la guerra son también un referente en mi novela, y Alberto Sánchez, por ejemplo, máximo exponente de la Escuela de Vallecas, acabó en Moscú, o sea rojo, o sea, tachado. Aunque el trato no fue igual para todos los hombres cuando volvieron a la España democrática , pero lo más sangrante fue el nulo reconocimiento de las mujeres y su papel en el arte, pues hasta hace bien poco no se sabía de las mujeres de la generación del 27 y aledaños, es solo la punta de un iceberg. Aquellas que cuando regresaron del exilio, volvieron rodeadas de silencios y ruina emocional y económica. Aquellas, como Maruja Mallo, una de las mejores pintores surrealistas, que simplemente pasaron a ser la mujer o la amante de. Solo. Y esta novela es un homenaje a ellas, pero sobre todo es un homenaje a las mujeres que en los 70 hicieron posible la vida en El Pozo, y en el resto de los barrios. Esas mujeres que trabajaban dentro y fuera, que cosían, lavaban, guisaban y remendaban, dentro y fuera. Que hacían jeribeques con el dinero y que aún así y por encima de quien fuera se juntaban para cantar, o para secuestrar un autobús e ir a reivindicar al ministerio de lo que fuera una vivienda digna. Esas que abrigaron como pudieron, como supieron, a sus hijos yonquis. Esas que consiguieron que sus hijas estudiaran. Esas que cuidaron, a propios y a foráneos, hasta la extenuación y a las que nunca les faltaron ganas de celebrar.
– Algunas personas consideran tu novela no solo una preciosa historia hecha de otras historias, también un libro «de vida». ¿Por qué crees que se le ha dado esta categoría?
Al abrigo es una novela que recoge mil historias en una historia, y sobre todo, recoge versiones de una misma situación, lo cual, la configura como cercana, como propia. Lute, el director de la biblioteca del Pozo, me daba las gracias, «por esta novela tuya que es tan nuestra»… Es una novela sin protagonistas. O con diez protagonistas. O con veinte. Donde los protagonistas son los colectivos, los grupos, las familias, los espacios. Es una novela donde pasan muchas cosas y no solo se cuentan la vida desde la oralidad, desde el dialogo, sino también desde el chascarrillo, desde la hoguera, desde las tararas o tarareos. Es una novela donde se cuenta la vida, pero donde sobre todo he intentado que se sienta la vida. Que se sienta el frío. Que se oiga la risa. Que se huela la hoguera. Comentaros también que es una novela, con banda sonora, Al abrigo también tiene banda sonora (se puede escuchar en mi cuenta de Spotify). No hay una buena vida, ni un buen libro sin una buena banda sonora. Banda sonora para bailar haciendo el molinillo aunque tengas cincuenta años. Canciones para ir cantando a voces en el coche a ventanillas abiertas.