Por Antonio Osuna
Parece que el verano nos cogió a todos por sorpresa. Era de esperar que las buenas épocas llegasen, que el sol brillara de nuevo tarde o temprano, pero sin duda llegó más temprano que tarde. El dicho de “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo” perdió fuerza en este 2022 y no es de extrañar. Da la impresión de que toda esta tempestad que hemos dejado atrás ya desde hace tiempo, se está materializando en buenos ratos. ¿Y qué hay mejor que un buen clima para celebrarlo? Las piscinas vuelven, del mismo modo que las terrazas y los conciertos. Aquella época de aforo limitado suena a leyenda urbana, a una época antigua de la que nadie quisiera volver a ser participe y sí, todo esto se merece una buena celebración.
El virus ya parece ser un tema totalmente superado. A falta de alguna norma de mascarilla en lugares determinados, todo vuelve a los que antes fue. Pero la pregunta es la siguiente: ¿Hemos vuelto nosotros a ser lo que fuimos o hemos cambiado? Las rutinas que adquirimos en la cuarentena y las ganas de hacer vida normal una vez esté superada, dejaron huella en nuestra sociedad. Pero ahora que prácticamente todo es “normal”, ¿qué nos queda?
Cierto es que adoro el poder estar en una terraza con los amigos sin pensar en cuántos somos para poder usar la misma mesa y en no tener que estar mirando el reloj cada dos por tres por el toque de queda. Todo eso quedó muy atrás, pero me gustaría saber si realmente hemos aprendido algo. Si tengo que elegir, me quedo con eso mismo, con el placer de saber que no tengo que mirar el reloj ni contar a las personas; que puedo disfrutar del sol, de la piscina y de los conciertos y del verano antes de tiempo que se nos ofrece.
En definitiva, día de sol para todos. Disfrutemos de esto. Disfrutemos del placer de sentir placer por los regalos de la vida. Nadie dice que no pueda llegar alguna nube, pero ya se sabe… Por si acaso, “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”.