Conozco Vallecas, por eso la destrocé en mi novela. Por lo mismo que ciertos músicos de principios del siglo XX destrozaban lo aprendido para crear: porque conocían bien su campo de trabajo. No dudé, ni dudo, en otorgar en mis libros a Vallecas el estatus de personaje. En El amargo despertar la mitad de la novela transcurre en la Villa, y en mi segundo intento los más avispados encontrarán a nuestro barrio. Es importante, vaya si lo es. No son cuatro casas: es alma propia. Dicen los expertos que uno habla de lo que conoce. Yo digo más: hablamos de lo que nos apasiona, nos guste o no. Y muchos artistas a lo largo de su historia han bebido de Vallecas y han devuelto, con gusto, lo recibido.
El problema fundamental que acarrea esto es el mero hecho de existir. Me explico: los vallecanos no solo escribimos o creamos porque seamos de Vallecas. Considero que todos nosotros, si no nos ha ocurrido nada raro, tenemos cierto aprecio por nuestro entorno, por nuestra familia, por los amigos, el barrio y su gente. Es normal y sano excepto si no nos deja mirar más allá. Lo que ocurre aquí es diferente: estamos ante una reivindicación histórica, una reivindicación que hoy está más vigente que nunca. En los años setenta y ochenta ocurrieron aquí una serie de acontecimientos que nos hicieron fuertes, que nos unieron. Era evidente que si no hubiéramos luchado por nosotros mismos nadie lo hubiera hecho. El verdadero problema es el presente: no conocemos a nuestros vecinos, no nos interesa nuestro barrio, pensamos que todo ahora va bien. Pues mirad: Valdemingómez, poblados marginales sin atención, paro desbocado, taxis de la droga, masificación en las aulas, diez días de espera en centros de salud para una consulta ordinaria, hospital sin accesos suficientes, bibliotecas sin nuevos ejemplares, centros sociales sin actividades, reducción de las fiestas patronales, escultura de bronce de Federico García Lorca sin reponer durante semanas…
Lo conseguido es inspirador, no debemos olvidarlo jamás: desmantelamientos de centros de la droga, Metro a lo largo del barrio o la superación de un atentado terrorista sin parangón. Tenemos que estar orgullosos por ello, pero, siento decirlo, el espíritu se desvanece. Los pocos grupos que resisten deben ser nuestra guía, no la televisión o internet. Así estaremos inspirados. Así, solo así, creamos, vibramos. Solo así nos acercaremos un poco más a Negredo, Ángel Nieto, Frank, Javier Negrete, el Poli Díaz, Ismael Serrano, el Padre Llanos, Malasaña, Luis Pastor, Ska-P, la familia Aragón y, sobre todo, a todas esas personas anónimas que no dejan de luchar por nosotros. Son nuestros Héroes, y no necesitan apellidos. Larga Vida.
Alberto González, escritor vallecano y crítico literario. Su libro El amargo despertar saldrá al mercado en la primavera de 2013, publicado por la editorial Nowe Volution.
Sí amigo, el barrio de hecho ha empeorado en los últimos años, antes de la crisis era evidente la dejadez institucional pero ahora ha alcanzado límites escandalosos. El problema es que esa gente anonima que lucho por el barrio en cuanto pudo lo dejó, los sociatas a Alcobendas y los comunistas a Rivas, pillaron sus pisos de protección hicieron el agosto y se fueron, el barrio ahora está lleno de inmigrantes no nacionales que sienten que están de paso y como tal se la suda el barrio y sus problemas, por no hablar de la «etnia» .