Por José Luis García Heras
A este matrimonio se debe la creación del Barrio de Doña Carlota en los terrenos de su propiedad. “Su esposo, Eduardo García-Goyena y García, era […] empresario de líneas de ferrocarril, y fábrica de ladrillos (al menos desde 1876)” (Apuntes sobre la Historia de Puente de Vallecas, Vicente Martín Morales). El matrimonio no tuvo hijos. Eduardo era hijo de Florencio García-Goyena y Juana García. Don Florencio fue Ministro de Justica y Presidente del Gobierno en 1847 y debió tener posesiones en el barrio (la calle de San Florencio ya se llamaba así en 1900).
‘El Imparcial’ del 20-1-1927 publica ‘El barrio de Doña Carlota. Su origen, formación y desarrollo’ y se refiere al barrio, de “una curiosa y emocionante historia”, al origen del nombre y a doña Carlota Mejía, de la que solo era conocida “la pretérita existencia de una dama que se llamó [así], que por sus obras caritativas legó su nombre a la posteridad: una vida ejemplarísima”: “Allá por 1875 un matrimonio, constituido por el ilustre jurisconsulto D. Eduardo García Goyena y doña Carlota Mejía, sevillana de nacimiento, estableciéronse en Madrid, recién llegados de Cuba, donde los esposos poseían una gran fortuna. La señora, enderezando su voluntad hacia una idea fija, adquirió una enorme extensión de terrenos en las márgenes del famoso Arroyo Abroñigal, a la izquierda del Puente de Vallecas; y allí […] hizo construir una casa de labor, en la que, asistida de algunos sirvientes, pasaba largas temporadas. Ya en vida, doña Carlota hízose popular en el barrio, integrado por unos 400 modestísimos obreros o indigentes.
Ni un solo día púsose el Sol sin que la ilustre sevillana remediara alguna desgracia. Su mano pródiga llamaba a las puertas de los hogares fríos para llevar consuelo a los desheredados. Aplacó hambres, cubrió desnudeces, enjugó lágrimas y desterró miserias.
La muerte de doña Carlota constituyó un duelo general en todos los hogares del barrio. Quiso la ilustre dama disponer en su testamento que los terrenos adquiridos en torno a la casa de labor se lo adjudicaran a los pobres, con la condición de constituir por su propio esfuerzo modestísimas viviendas y que el barrio que se formara llevase su nombre. Asimismo, dejó dispuesto que se construyese una iglesia en el grupo vecinal.
El esposo de la finada, D. Eduardo García Goyena, dió cumplimiento a esas disposiciones. El barrio de Doña Carlota se construyó en cinco años, existiendo ya en 1885, y se le dotó de su iglesia, cumpliendo los deseos de la testadora. Su viudo contrajo segundas nupcias con doña Sabina Bellido, y muerto sin descendencia, legó la mayoría de sus bienes a instituciones de Beneficencia. Hoy el barrio de Doña Carlota, enclavado entre Puente de Vallecas y el barrio de La Elipa, sobre el cegado arroyo Abroñigal, consta de unos 800 vecinos.
Andando el tiempo, hacia el año 1906 se fundó un Casino obrero, La Benéfica Carloteña, en el que se da enseñanza primaria a 150 niños”.
Ejercicio de la caridad
En enero de 1885 fallece Carlota Megía. En la noticia que da ‘La Correspondencia de España’ se la considera una mujer “virtuosa (…), amantísima esposa, sincera amiga y siempre propicia a ejercitar la caridad”. En 1901 fallece D. Eduardo: “Pocas figuras tan respetables como la suya habrán pasado más inadvertidas para la generalidad de las gentes de su tiempo”; “Consagró su vida entera al estudio y al trabajo: acrecentó con sus sabios consejos la fortuna de muchos sin preocuparse de la suya”; “Prototipo de honradez, bondadoso en su trato, distinguido hasta el extremo y revelando en los rasgos de su carácter y en la firmeza de su voluntad la sangre navarra, de que blasonaba frecuentemente” (‘La Correspondencia de España’, 30-1-1901).
Fuente: unvallecano.blogspot.com