Por Araceli Domínguez
Inspirado en la compañía universitaria ambulante fundada por Federico García Lorca en 1932, el proyecto Barraca XXI ha retomado el testigo de acercar la creación cultural a quienes tienen más difícil su acceso a ella. Impulsado por la Fundación SGAE en colaboración con asociaciones locales, este programa de escuelas sociales ofrece talleres gratuitos de música, teatro, danza y producción audiovisual a colectivos en situación de vulnerabilidad, especialmente a jóvenes.
Desde septiembre de 2024 hasta junio de 2025, ha impartido más de 70 formaciones regulares en 7 ciudades españolas. En Madrid, el programa se desarrolla en el instituto Villa de Vallecas, en colaboración con la ONG Fundación Voces.
El objetivo principal es triple: fomentar el ocio saludable; desarrollar habilidades artísticas y técnicas; y promover la colaboración e integración. Los resultados hablan por sí solos: en su segunda edición en la capital, ha incrementado notablemente la participación, pasando de unos 60 a cerca de 200 alumnos a lo largo del curso, cubriendo el 85% de las plazas disponibles.
La metodología de Barraca XXI se distingue por su enfoque práctico y su énfasis en la experiencia vital de los profesores, que son, en su mayoría, profesionales en activo de la creación. «Aquí lo que se intenta es mezclar tanto la técnica, digamos, o las materias que son, con la experiencia que tienen los profesores «, explica José Ramón Da Cruz, responsable de producción audiovisual del proyecto.
Los talleres son impartidos por profesionales de la talla de Rosa Briones con la danza, Miguel Malla con la música, el mencionado Da Cruz y David Tenreiro con el teatro. Además, el programa se enriquece con ‘masterclass’ especializadas del compositor Nacho Mastretta, de la directora Olga Margallo, del productor Luismi Fernández y de la bailarina Ana M. Alcázar.
La voz de los protagonistas
Para los alumnos, Barraca XXI es más que una actividad extraescolar. Es una puerta a nuevas posibilidades. «Creo que es una oportunidad, diría irrepetible, pero ojalá no, ojalá sea repetible. Pero es una oportunidad, porque no se suelen hacer estas cosas… una forma distinta de enseñar las artes», reflexiona el profesor de producción audiovisual.
Mientras, Olaya Díaz, una alumna que ha participado en las dos ediciones de este proyecto, corrobora esta idea: «A mí me parece muy buena propuesta, porque nos da acceso gratuitamente a los que queremos tener un futuro o dedicarnos a algo profesionalmente, cómo actuar o a la música, podamos acceder a clases con profesionales, gratuitamente».
El ambiente en los talleres se caracteriza por la libertad y la diversidad creativa. «Lo más inspirador es la libertad que hay y la idea de diversidad que hay… si el arte no es diverso, ¿qué lo va a ser?», apunta Da Cruz. Además, los estudiantes tienen un papel activo en la creación. «De hecho, nosotros elegimos los temas. El profesor pone como una base de cosas que podemos hacer, pero en la mayoría de las clases nosotros elegimos lo que hacer», explica Olaya.
Este enfoque tiene como objetivo fomentar un aprendizaje significativo. «He aprendido a soltarme más a la hora de actuar, porque siempre he tenido mucha vergüenza y ahora no tengo absolutamente nada de vergüenza», comparte la alumna. Asegura que, incluso, surgen amistades: «Y de hecho he sacado amigos de aquí, bastantes», añade.
Con el espíritu de La Barraca de Lorca adaptado al siglo XXI, esta iniciativa sigue demostrando que la cultura, cuando es accesible y se enseña con pasión y cercanía, puede cambiar vidas y unir comunidades.
