Por Concha Párraga, Marisa Gascón y Patricia Carlavilla, enfermeras de los CS Campo de la Paloma y Ángela Uriarte, y del Servicio Móvil Madrid Positivo
El consumo de alcohol en España es un problema de salud pública de primer orden, tanto en jóvenes como en la edad adulta. Pero debemos de tener muy claro que el inicio del consumo en la adolescencia hace aumentar mucho las posibilidades de su ingesta abusiva posteriormente. La mayoría de las personas que consumen alcohol no son conscientes del peligro que ello conlleva, tanto a corto como a largo plazo y, menos aún, si son menores.
Según datos del Gobierno de España de la Encuesta sobre el uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias de España ESTUDES 2021, los adolescentes empiezan a consumir alcohol a los 14 años de edad de media. Según dicha encuesta, el 73,9% de los jóvenes entre 14 y 18 años ha consumido alcohol alguna vez en su vida y el 1,6 % lo ha hecho diariamente durante el último mes. Teniendo en cuenta los últimos 30 días, el 23,2% se ha emborrachado y el 27,9% ha bebido cinco o más copas, vasos o cañas de alcohol en un tiempo aproximado de 2 horas. Esto es lo que se denomina ‘binge drinking’.
Se define como el consumo por atracón, es decir, la mayor cantidad posible de alcohol en el menor tiempo posible con el fin de conseguir el estado de embriaguez en el menor tiempo posible. Esto, según media y con datos del Plan nacional de Drogas, se consigue con cinco o más bebidas en hombres y con al menos 4 bebidas en mujeres en menos de dos horas.
El ‘binge drinking’
El ‘binge drinking’ es muy usado por los jóvenes que no ven el riesgo en un consumo tan alto en tan poco tiempo, y creen que no les va a generar ningún problema en el futuro. Al inicio, pueden sentir euforia y bienestar, pero con el consumo continuado van a notar enlentecimiento del cuerpo, dificultad para hablar, andar y disminución de los estímulos y de la conciencia, llegando a poder sufrir coma etílico y parada cardiorrespiratoria. Aunque nos parezca imposible, más del 25% de los jóvenes de 14 años han tenido alguna vez una intoxicación etílica y esto nos debe hacer pensar qué estamos haciendo mal como sociedad madura.
Estamos dentro de un reto muy importante en la educación de nuestros jóvenes. La información por sí sola no es eficaz. Es necesario que vaya acompañada de educación para la salud desde los ámbitos sanitario, social y educativo. Introducir la educación para la salud como materia trasversal en los institutos es algo de demostrados resultados.
En general, el alcohol se ve como un factor socializador y como algo positivo que nos ayuda a la interrelación con el otro. La OMS ha identificado la aceptación social como uno de los retos para controlar el consumo y me gustaría destacar el papel de la familia en la ingesta de alcohol en los adolescentes.
No es infrecuente que nos encontremos con adolescentes de 14-15 años que declaran haber iniciado su consumo de alcohol en casa de la mano de sus padres en fiestas familiares con cava o con un poco de vino. Normalmente, los adultos consumen alcohol como algo habitual y normalizado lo que hace que los menores lo vean como algo inocuo y como un instrumento útil para quitar sus timideces. Tenemos que tener siempre presente la importancia del ejemplo familiar, así como mantener una mente abierta para dialogar con los adolescentes a la hora de darles una información fidedigna de lo que supone para ellos el consumo de alcohol. Somos los que debemos estar a su lado para darles herramientas para no necesitar el consumo del alcohol ni de ninguna otra droga para relacionarse mejor con los demás.
La autoestima, algo fundamental
Es fundamental trabajar la autoestima desde edades muy tempranas. Trabajar el ‘yo puedo’ independientemente de los demás, yo tengo valía personal, yo me quiero… Tenemos que tener muy claro que los adolescentes necesitan de sus iguales para poder desarrollarse, pero debemos darles herramientas para que esa necesidad no se convierta en una esclavitud ni en una dependencia del otro. Trabajar el pensamiento libre, racional, enjuiciado desde nuestro yo, desde nuestro conocimiento, no desde lo impuesto por las modas o los momentos históricos en los que uno se desarrolla.
Ese trabajo lo debemos hacer nosotros, los adultos que han estado protegiéndoles durante toda su infancia y que ven la adolescencia de sus hijos e hijas como una amenaza ante la pérdida de estatus parental.
La adolescencia es algo que debe transitar la familia toda junta. Es una transición en la vida de nuestros hijos e hijas complicada (de hecho, por muchos años que tengamos, todos nos acordamos de nuestra propia adolescencia) y no podemos dejarles tirados cuando más nos necesitan.
Somos una sociedad “hipócrita” que habla a sus jóvenes de consumo responsable, cuando todos sabemos que el único consumo responsable es el consumo cero.