Por Luis Carlos Ríos
Personajes peculiares conforman un barrio único. Miles de vallecanos ilustres caminan por las calles del barrio todos los días, a cualquier hora. Mujeres y hombres valientes, determinados, incómodos al poder si hace falta. Alfredo Grimaldos Feito (Madrid, 1956 – 4 de diciembre de 2020) es uno de ellos. Ensayista, columnista, periodista y escritor, publicó ocho libros sobre sus dos grandes pasiones: la política, entendida como la lucha de los más desfavorecidos, y el flamenco. También trabajó en medios de relevancia nacional e internacional, como ‘El Mundo’ e ‘Interviú’.
En Vallecas se sentía como en casa, rodeado de gente que lo apreciaba y quería. Después de su fallecimiento, su memoria sigue viva en el Ateneo Republicano de Vallecas. No por casualidad se despidió del mundo terrenal envuelto en una bandera republicana. Compañeros de lucha y, ante todo, amigos, le recuerdan como un tipo excepcional. Miguel Salazar rememora algunos hitos de su vida junto a Javier.
Pregunta: ¿Cómo era el Alfredo Grimaldos que recuerdan?
Miguel Salazar: En su vida en general fue muy valiente, ante todo. Era una persona bastante entrañable. Conocía a muchísima gente, se llevaba muy bien con muchísima gente totalmente diferente y de distintas esferas. Tenía una capacidad de narrar, de contar historias, tremenda. Las recreaba. La anécdota que contaba la primera vez era distinta a la que contaba la cuarta o la quinta vez (…) Le gustaba eso, que lo narrase de esa forma. Tenía un humor muy fino, muy irónico, punzante. Y bueno, muy crítico, era muy crítico con bastantes aspectos de la vida.
Javier: Había una especie de triángulo de armonía entre los tres desde muy jóvenes.
MS: Le gustaba mucho sacar jugo a la vida y era muy inquieto. Le gustaba el boxeo, el fútbol, el flamenco… Un día a la semana iba a jugar al fútbol sala. Era un gran especialista de flamenco, uno de los que más sabía. Conocía a todos los cantaores y tenía muy buena relación con ellos. Le gustaban mucho los tangos, cantarlos, el fado… Uno de sus grandes ídolos de la música era José Alfonso, portugués, el de ‘Grândola, Vila Morena’, la canción con la que se inició la Revolución de los Claveles.
P: Desde el barrio, ¿cómo se desarrollaba su actividad? ¿Este era el epicentro de sus relaciones?
MS: Era uno de los epicentros. Paraba por el Centro, paraba por Ventas, por aquí… Conocía a mucha gente y tenía mucha relación con la gente. Siempre estaba al corriente, contando, discutiendo sobre los temas que le gustaban, sobre la actualidad.
P: Aquí en el Ateneo Republicano de Vallecas, por ejemplo, ¿qué hacía?
MS: En los últimos tiempos, que el ya estaba un poco más tocadillo, venía y, por ejemplo, aquí en el bar se tomaba su vinito y se ponía a charlar y tal. Últimamente quienes más se juntaban con él, quienes más le rodeaban en lo que él contaba, eran los jóvenes. Lo que contaba de la Transición para algunos era algo diferente de lo que habían estado escuchando y les atraía, les llamaba la atención. Dentro de la gente joven, en determinados sitios le miraban con mucha admiración, como si fuese un pequeño Dios. Abrió realmente una puerta en el tema de la crítica a la Transición con ‘La sombra de Franco en la Transición’, que hace un análisis de ese período y profundiza. Da una serie de ideas sobre ello que abren puertas a verlo diferente. Eso le llevó a que le llamaran de muchos sitios, a dar conferencias, a hablar sobre el tema de la Transición.
J: Ese libro fue muy significativo porque, una vez visto lo que fue la Transición, la Constitución del 78 incluida en ese tema, la gente que no estaba moderada o con obligaciones de partido empezó a ver que había otra historia sin contar. La Transición no fue modélica, murieron 200 y pico compañeros… Entonces la gente joven lo tenía como una alternativa y otro concepto diferente.
Miguel hace una pausa para señalar una cita de dos frases en el libro. Ellas resumen en buena medida su planteamiento. Son “La transición no fue pacífica ni modélica” y otra, mucho más lapidaria, reza “La imagen oficial de la Transición se ha construido sobre el silencio, la ocultación, el olvido y la falsificación del pasado”.
P: ¿Dirían que era un personaje incómodo?
MS: Sí. Por ese libro (‘La sombra de Franco en la Transición’), los Rosón se querellaron contra él. Más o menos les viene a decir que eran unos pistoleros durante la Guerra Civil (…) Eso es cierto, iban con los grupos de falangistas, sacando a la gente de sus casas (…) En Galicia, que no llegó a haber guerra, porque triunfó el Golpe de Estado, lo que sí hubo fue limpieza de los que estaban en organizaciones obreras, en sindicatos, partidos… Bueno, republicanos, gente de centro que no comulgaba con ellos. Y se cargaron a muchos. Eso ha salido publicado, por ejemplo, en ‘Interviú’. Sobre eso se querellaron (…) Y le condenaron, le volvieron a condenar y le condenó al final el Supremo. Eso pone en evidencia a los jueces aquí y al poder de las familias. Al final, el editor se hizo cargo de la sanción, porque le iban a embargar la casa (…) Él no se ha cortado. En ese sentido ha sido muy claro. Tanto en lo que él escribía como en las entrevistas o en las conferencias, no se cortaba un pelo.
P: ¿Ven que tenga relevo en su trabajo, su obra…?
MS: Yo creo que el periodismo de investigación prácticamente ha desaparecido. No porque no haya voluntad dentro de los periodistas, sino porque no hay empresas que lo apoyen. Es otra cita de él, “hace falta tiempo, dinero y una empresa detrás”. Es que es verdad. Si no tienes a nadie detrás con dinero que te diga vete acá o vete allá, investiga, tómate tu tiempo, y dedícate a ello, y no hay ese apoyo, no puedes hacerlo. Lo de periodista de investigación es ya como las ballenas azules prácticamente en extinción. Luego un relevo sobre su obra, no.
J: Es que es muy difícil. Tocaba y estaba especializado en tres temas que son muy difíciles. El tema de la música, el tema de la lucha y desenmascarar lo que nos han vendido, y luego el tema de la ironía y la forma de escribir. Escribía muy bien.