OPINIÓN.
Acostumbramos a celebrar lo que consideramos relevante, lo que nos identifica y nos transciende. Destacar una experiencia colectiva y empeñarnos en recordarla, repensarla y actualizarla también puede ser la expresión de una necesidad, e incluso un acto de justicia. Todo eso subyace en este esfuerzo colectivo de impulsar la noviolencia en España en el año 2018. En este escrito queremos señalar algunas cuestiones que creemos que debemos afrontar en este año dedicado a la noviolencia.
1. La noviolencia es acción cotidiana y permanente. Es un ejercicio de humildad y de realismo.
La noviolencia supone una nueva cultura, y eso, por definición, se cuece a fuego lento, se educa y asimila desaprendiendo mucho de lo que este sistema, al que queremos combatir, nos ha enseñado. Eso requiere mucho trabajo cotidiano y convertir lo más cercano, lo próximo, en la trinchera más natural. Es evidente que este sistema no tiembla si salimos los fines de semana a manifestarnos para cambiar el mundo y por la semana aceptamos las condiciones laborales, inundamos los supermercados, asimilamos la cultura individualista y narcisista… El reto está en ser otros, diferentes a lo que este sistema quiere que seamos. El cambio profundo florece cuando combatimos los valores del sistema en lo cotidiano, en nuestro propio corazón, y desde ahí nos lanzamos a la acción política transformadora. Antes de que Rosa Parks o M. L. King se decidieran a desobedecer, hubo años de trabajo orientado a que las personas de raza negra superaran la mentalidad de esclavos en la que estaban educados. Sin ese cambio de mentalidad no hubiera sido posible el movimiento de los derechos civiles. Fue esencial en el movimiento gandhiano aprender a renunciar a los privilegios que suponía la cultura de los colonizadores ingleses. Sin la rueca y la vida austera, los ayunos… no hubiera sido creíble. Dicho de otro modo, hay que meter la cultura de la noviolencia en el día a día. Solo desde ahí encontraremos la paciencia y el realismo suficientes para pasar a otro plano. Requiere de la humildad que, según su significado etimológico, se convierte en tierra fértil sobre la que se puede sembrar un nuevo mundo.
2. La noviolencia exige una relación intrínseca entre medios y fines.
La máxima atribuida a Gandhi de que “los fines están en los medios como el árbol en la semilla” es de una evidencia clarificadora si lo vemos en perspectiva histórica. Si uno persigue un bien justo debe usar métodos justos. Porque los medios adelantan el fin. En el extremo opuesto está la lógica de Maquiavelo de que los fines justifican los medios. Ya sabemos el recorrido que ha tenido esta lógica en la historia.
Los medios de la noviolencia son siempre morales. Y hoy podemos ver cómo desde el poder se quieren utilizar para legitimarse. Hemos visto huelgas convertidas en herramienta de presión de los trabajadores privilegiados. Hemos visto las tácticas de la noviolencia utilizadas desde los poderes para sus objetivos. Hasta hemos visto a terroristas declararse en huelga de hambre. Es evidente que detrás de este deseo de apropiación de los instrumentos desarrollados por los pueblos oprimidos está el intento de legitimarse. Pero frecuentemente podemos comprobar que es una mera instrumentalización para conseguir beneficios casi siempre egoístas.
También puede ocurrir que desde abajo se quieran utilizar medios violentos para fines noviolentos. Esto ha ocurrido con mucha frecuencia. Lo más recurrente es la mentira. “La verdad no perjudica nunca a una causa justa”, decía Gandhi. Recientemente hemos asistido al juego preferido de los medios de comunicación que se quieren legitimar mostrándonos las miserias, mentiras y contradicciones del oponente. Pero ninguno dedica tiempo a la autocrítica de los suyos. El verdadero noviolento combate la mentira entre los suyos. Una victoria con mentiras (medios) adelanta la sociedad que buscamos (también con mentiras), y por tanto una victoria basada en la verdad adelanta una propuesta de sociedad más honesta y coherente.
3. La noviolencia apunta a la violencia estructural.
El reto de la noviolencia en el siglo XXI es apuntar a la violencia que se ha hecho estructura. Detrás de toda violencia directa hay una violencia estructural que la sostiene. El hambre, el paro, la explotación, la esclavitud… hoy pueden estar amparadas por las leyes, no tienen “responsables oficiales”, y sin embargo son los primeros problemas de la humanidad. Podemos tratarlos como si fueran males necesarios y obrar en consecuencia. De esta forma nunca podrán solucionarse. Sin embargo la realidad nos dice que son problemas políticos, y por lo tanto necesitan soluciones políticas, no paternalismos ni limosnas. Frente a esa violencia invisible, que genera miles de víctimas cada día, cabe desarrollar la noviolencia. Tenemos la obligación moral de intentar recrear la noviolencia. Es decir, debemos esforzarnos por hacer visibles las columnas que sostienen esos crímenes y desarrollar una acción orientada a derribarlas. Evidentemente se antoja una tarea difícil y compleja, pero se trata de estar a la altura del momento histórico; se trata de intentar dar pasos; se trata, como mínimo, de abrir tiempos y espacios para imaginar posibilidades.
Pensamos que el año 2018 puede ser una oportunidad para avanzar en esta dirección.
Moisés Mato
Campaña Noviolencia 2018