Parroquias «con el pie en la tierra»

Cerro del Tío Pío, 1958.
Cerro del Tío Pío, 1958.

EMILIA ROBLES.

Corrían los años 60. En el mundo, muchas realidades estaban cambiando a gran velocidad. En España se vivía un segundo tiempo del franquismo, en el que la represión continuaba, pero al mismo tiempo se iban fraguando iniciativas y movimientos amplios que desembocarían en la transición hacia la democracia.

Vallecas, años 60: aquella realidad rural, tradicional en sus costumbres —sobre todo en la zona del Pueblo de Vallecas— y, a la vez, típica de la resistencia en la Guerra Civil, en su parte más obrera, bombardeada y represaliada enormemente, en el distrito del Puente de Vallecas, se vio transformada por la llegada masiva de inmigrantes andaluces, extremeños y, en menor cantidad, de otras procedencias (manchegos, riojanos, etc.).

Se fraguan barrios en los antiguos eriales, donde proliferaban como setas casitas o chabolas, que se hacían por la noche y se techaban antes de que saliera el sol para que la Policía no las derribara. Las familias que migraban, empujadas por el hambre, la falta de trabajo y el deseo de prosperidad para sus hijos, vivían el desarraigo social y cultural en estos suburbios de la gran ciudad, con carencias de vivienda digna, de luz, de agua, de servicios: colegios, transportes… Sin locales para los jóvenes.

Los vecinos en sus barrios, o los trabajadores en sus empresas, no podían asociarse ni protestar. Todo le sonaba al régimen a comunismo y a conspiración judeomasónica, aunque la gente que quería vivir dignamente, la mayoría de las veces no lo hacían al calor de una ideología, sino partiendo de sus necesidades concretas.

Las 'parroquias obreras' de Vallecas cumplieron medio siglo el año pasado, efeméride que fue celebrada con unas jornadas en el barrio.
Las ‘parroquias obreras’ de Vallecas cumplieron medio siglo el año pasado, efeméride que fue celebrada con unas jornadas en el barrio.

¿Qué le pasó a un sector de la Iglesia en aquella época, tradicionalmente tan apegada al régimen de Franco? Entre el año 62 y el 65 se celebró el Concilio Vaticano II, que valientemente había convocado Juan XXIII. Este concilio abrió las ventanas de una Iglesia tradicionalmente cerrada y recelosa del mundo y mandó a los cristianos a aprender de la gente y a servirles, no solo a dar lecciones.

Muchos de los curas que llegaron a Vallecas en esta época vinieron inspirados por aquellos aires conciliares, dispuestos a poner el “pie en tierra” y a no decirle más a la gente que miraran al cielo y tuvieran paciencia con la opresión. Al principio no tenían parroquias suficientes para atender a la población vallecana. Éstas se fueron fraguando, en un primer momento, como barracones, construidos con la ayuda de los propios vecinos.

Pronto empezaron a ver lo que tenían a su alrededor: la gente que sufría y seguía luchando para salir adelante, la solidaridad vecinal, la represión. Descubrieron la miseria de los barrios, el sufrimiento de las familias; y a la vez la grandeza y los recursos de la propia gente.

Muchas de las parroquias, alentadas por sus curas y por algunos obispos —como Alberto Iniesta, que siempre se pronunció valientemente a favor de los vecinos y contra la injusticia—, optaron por tomar distancias de un régimen que amordazaba a la gente e impedía el ejercicio de legítimos derechos. Muchos curas de Vallecas decidieron que anunciar el Evangelio era algo más que lo que habían venido haciendo hasta ahora casi en exclusiva: dar sacramentos, hacer catequesis y decir misa. Empezaron a apoyar a los vecinos y asociaciones en sus reivindicaciones, a defenderles ante la Policía, a permitir reuniones y encierros en sus parroquias (invocando el derecho de asilo) a prestar sus fotocopiadoras para elaborar panfletos y octavillas…

Chicos con materiales de construcción para una Iglesia.
Chicos con materiales de construcción para una Iglesia.

En las parroquias o aledaños se hicieron clubs juveniles. Se daban charlas para los jóvenes, que generalmente organizaban ellos mismos; se hacían representaciones teatrales, conciertos. La JOC (Juventud Obrera Cristiana), con su lema “la vida de cualquier joven trabajador vale más que todo el oro del mundo” y con su método de análisis de la realidad “ver, juzgar, actuar”, fue una pieza clave en la toma de conciencia de muchos jóvenes y en el cambio de los barrios.

Muchos de los curas de aquella época decidieron también trabajar con sus manos y renunciar a la paga de curas, para sufrir en sus carnes la explotación y, al tiempo, ayudar a la gente a salir de ella. Fue la experiencia de los “curas obreros”. Toda esta experiencia de vivir junto al pueblo, de “ser uno más”, de compartir y reivindicar, les transformó y, al mismo tiempo, transformó las relaciones del pueblo con ellos.

Asamblea obrera.
Asamblea obrera.

Este codo a codo de parroquias y movimientos cristianos, de asociaciones vecinales, de grupos políticos que se iban fraguando y que apoyaban la democracia, fue el polvorín pacífico que voló en Vallecas las chabolas, los barrios-vertedero, la vergüenza de los que creían que no sabían nada, el desarraigo, el miedo, la impotencia; y reconstruyó en su lugar barrios con viviendas y condiciones de vida más dignas, contribuyendo a fraguar ciudadanos con conciencia y energía, dispuestos a unirse a favor de sus justas reivindicaciones, por la sanidad, por la educación, por la cultura popular.

 


Fotos: CEDIDAS

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